Fecha: 2017
El Cavalieri se preguntaba si se atrevería a descender dentro del volcán,
mientras aún seguía quieto. Naturalmente, confiaba tanto en
el infierno de Kircher como pensaba que el volcán era la boca
del infierno o que una erupción, como el hambre, era un castigo divino.
Él era una persona racional, flotando en un mar de superstición.
Un perito en ruinas, como su amigo Piranesi en Roma; pues ¿qué era la montaña
sino una gran ruina? Una ruina que podía revivir y provocar más ruina.
Susan Sontag. El amante del volcán.
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